ACN ofrece 1 millón 300 mil euros como ayuda de emergencia inmediata para apoyar el trabajo de la Iglesia en Ucrania.

4.879 sacerdotes y religiosos y 1.350 religiosas nos necesitan para permanecer con su pueblo porque la Iglesia, sabe cuál es su papel: seguir ayudando a quienes más lo requieren

Con estupor vemos que se cumplen dos meses de guerra en el corazón de Europa. Lo que nadie creía posible está ocurriendo y llena de dolor y muerte los corazones de todos. No podemos quedar indiferentes a esta emergencia humanitaria que nos habla de miles de desplazados, refugiados y cientos de muertes, muchos de ellos niños. Además de ciudades, como Mariupol,  que sufren bloqueos que impiden el acceso de la ayuda y donde sus habitantes –literalmente- mueren de hambre.

Estamos siendo testigos de la invasión de Ucrania por Rusia, que afecta también a Europa y al mundo entero. Una guerra en la que perdemos todos pero sobre todo nos encoge el alma pensar en la población ucraniana, en los cientos de miles de personas que ven su vida y su futuro truncados por una locura que, por el momento, no conoce límites.

Ante estas noticias devastadoras que llenan los noticieros, Ayuda a la Iglesia que Sufre ha incrementado sus aportes y ha buscado nuevas formas de llevar ayuda a los sufridos ucranianos. Para ello una pequeña delegación, desafiando los peligros de la guerra, entró al país y se entrevistó con los obispos y sacerdotes que gestionan las ayudas.

Magda Kaczmarek, encargada de proyectos de ACN para Ucrania y Marco Mencaglia, director de proyectos de Europa del Este, acompañados de la religiosa de ACN Polonia Karolina Mordaka, que anteriormente misionó siete años en Ucrania, viajaron a Kiev y Leopólis para conocer in situ las necesidades más urgentes y así trazar un plan más efectivo que provea las muchas necesidades que se están suscitando en el país. Para ello visitaron refugios y conversaron con quienes los gestionan y con quienes han sido albergados en ellos. Pudieron sentir el temor de los refugiados, pero también sus esperanzas y agradecimiento ante la ayuda recibida. 

Escucharlos en sus reflexiones sobrecoge, esta pequeña delegación ha sido testigo de historias dolorosas, pero en las personas ven una extraordinaria capacidad de sobreponerse. Y es que en estos improvisados refugios no sólo reciben alimento físico, sino también alimento espiritual. Rezan y se ayudan mutuamente. Muchos confiesan que no conocían a Dios y que esta ha sido una gran oportunidad para ellos. 

La ayuda que se les ha brindado ha sido humanitaria, pero también es mucho más que eso. En la región del este de Ucrania muchos ni siquiera conocían la iglesia católica y en ella han encontrado comida y también consuelo.

Magda cuenta que han conversado con muchas personas, con gente que viene de muchas ciudades, algunas muy distantes. Para todos ha sido una experiencia difícil y especialmente para los niños que no entienden lo que está ocurriendo. “La gente no sabe qué va a ocurrir hoy, ni mañana, dónde van a dormir, qué van a comer y si en algún momento se podrán encontrar con los demás miembros de su familia”. Pero la conmovió ver -que aunque nadie se conocía de antes-  las dificultades los han convertido en una gran familia, en amigos, donde se ayudan y dan aliento.

También hay quienes se han puesto al servicio de los demás porque no pueden estar de brazos cruzados. Niños y jóvenes tratan de estudiar y de llevar una vida relativamente normal.

La hermana Karolina es aún más clara en sus apreciaciones. Después de haber vivido tanto tiempo en Ucrania y ahora regresar, se manifiesta sorprendida por lo que ha visto y de cómo la gente está tomando toda esta situación. “Los ucranianos están mostrando una gran resiliencia”, dice.

“La situación es muy difícil, pero pasan cosas buenas, nadie está enojado y se preocupan uno de otro. Me pidieron que rezara por ellos, otros reconocían que no sabían nada de Dios. Van a la iglesia a rezar, necesitan del apoyo de la oración. Ellos buscan el soporte espiritual, están muy contentos de haber descubierto la fe y preguntan mucho de nuestra religión. Nadie sabe de lo que será su futuro, les gustaría volver a sus casas, pero todo es incierto. Claramente, reflexiona, no es momento de pensar en el futuro”.

Una respuesta inmediata

El día 24 de marzo, cuando se supo de la invasión a Ucrania, el presidente ejecutivo de Ayuda a la Iglesia que Sufre Internacional, Thomas Heine-Geldern, inmediatamente tomó la palabra: “Ha sucedido lo que todos queríamos evitar: Ucrania está en estado de guerra. ACN ha apoyado a la Iglesia en Ucrania en el pasado y no la abandonará en este momento tan crítico y difícil”.

Esa mañana, el mismo día del despliegue de las tropas rusas en Ucrania, anunció una ayuda inmediata de un millón de euros que a medida que pasaban los días y se conocían los horrores de la invasión se fueron incrementando. La idea era garantizar que los miles de sacerdotes y religiosas que hoy viven en Ucrania (4.879 sacerdotes y religiosos hermanos y 1.350 religiosas) cuenten con los medios imprescindibles para permanecer junto a su gente, en las parroquias, en las casas de acogida de niños, madres y ancianos, con los refugiados. Además, la fundación pontificia brindará ayuda de emergencia a los cuatro exarcados greco-católicos y las dos diócesis latinas en el este de Ucrania, que abarcan Kharkiv, Zaporizhya, Donetsk, Odesa y Krym.

ACN ha anunciado una segunda fase de ayuda de emergencia a Ucrania. Inmediatamente después del inicio de la guerra, enviamos 1,3 millones de euros, los que ya fueron distribuidos a los beneficiarios. En esta segunda fase, gran parte de los 687.180 euros beneficiarán a los sacerdotes, religiosas y seminaristas que están acogiendo a los desplazados que necesitan refugio y alimento. A esto se suman  579.491 euros para ayudar directamente a los sacerdotes en Ucrania, a través de intenciones de Misa. 

La Iglesia en Ucrania, a la que desde esta Fundación Pontificia llevamos apoyando de forma preferente desde hace más de 40 años, nos ha dejado muy claro desde el principio que sus sacerdotes y sus religiosas se quedarán junto a su pueblo, acogiendo, sosteniendo, aliviando, sirviendo. 

“Estamos dispuestos a acoger a la gente en las iglesias, a proporcionarles comida y agua. Hemos organizado cursos de primeros auxilios para sacerdotes, religiosos y laicos para atender a los heridos en caso de necesidad». Mons. Mieczyslaw Mokrzycki, arzobispo de Lviv.

La subvención de emergencia inmediata de ACN, además de su apoyo actual, fortalecerá a la Iglesia Católica en Ucrania en su compromiso de permanecer sobre el terreno y seguir sirviendo a su rebaño frente a la guerra militar y económica.

«Este conflicto es también una guerra psicológica. La gente necesita consuelo, fuerza y ​​apoyo.» Mons. Pavlo Honcharuk, obispo de Kharkiv

Además, el obispo de Kharkiv, una de las diócesis en el este de Ucrania que ACN apoyará, nos cuenta que con la subvención de emergencia, podrán sostener a los 57 sacerdotes y 54 religiosos y religiosas que trabajan en esta diócesis para que puedan satisfacer sus necesidades diarias (gas, luz, agua, combustible y alimentos) y ayudar a otros que no tienen nada.

Un cambio radical de rutina

Este acoger a familias completas ha significado un gran cambio para los religiosos, especialmente los monasterios  contemplativos que estaban acostumbrados al silencio, a la soledad exterior  y a una vida más ordenada. Ahora viven en medio del ruido y de mucho movimiento. Las hermanas benedictinas, por ejemplo, han abierto todo su convento a los refugiados,  ellas ahora están con mucho ruido y mucho movimiento y hay que recordar que ellas son contemplativas. Todos se están apoyando, calculan que más de 500 personas han sido albergadas y actualmente dan cobijo a unas 75.

Hoy, con tantos albergados todo es diferente. Las hermanas han salido de la clausura y del silencio pero están convencidas que es lo que les pide Dios en estos momentos: “Así es como nuestra comunidad de hermanas y hermanos lee los signos de los tiempos, así es como se ve nuestro ministerio ahora”, señalan las mismas benedictinas.

Su ministerio de acogida desinteresada está acercando a muchos a Dios: “La mayoría de los refugiados no son creyentes, pero a veces acuden a rezar”, explica sor Klara, una de las religiosas. “Durante la fiesta de la Anunciación, se llevó a cabo en nuestra iglesia la boda de una pareja de ancianos de Zhytomyr. Otra joven pareja de Kharkiv se está preparando para recibir los sacramentos de la reconciliación y el matrimonio, así como el bautismo de su hijo. Varias personas se confesaron por primera vez”.

Y concluye dejando claro que, a pesar del trabajo y la dedicación, su tiempo de oración sigue siendo el pilar de su vida: “Por lo demás, continuamos el ritmo de nuestra vida en oración común en la liturgia de las horas. Tenemos horas adicionales de adoración a la sagrada eucaristía. ¡Que el Señor sea glorificado en todas las cosas!“

Para ayudar a las personas a superar estos difíciles y traumáticos momentos, las religiosas involucran a todos en las tareas y el servicio mutuo: limpieza del monasterio, trabajo en la cocina y el refectorio. Tienen 20 niños, así que una de las habitaciones ha sido reformada como sala de juegos.

Ayudarse es la consiga

Y no sólo en los refugios es posible ver esa solidaridad. La delegación de ACN pudo ver que son varias las instituciones de caridad que están ayudando en Ucrania y no solo grandes instituciones sino también  pequeñas organizaciones y grupos. Es el caso de médicos de la ciudad universitaria de Kharkhiv  que se han desplazado a otros lugares para brindar ayuda.

No hay trabajos, no hay estabilidad, es difícil regresar a sus ciudades. Sus casas se encuentran destruidas. Muchos aún se están moviendo porque en sus ciudades corren peligro.

La hermana Karolina, Magda y Marco quedaron muy conmovidos por la experiencia vivida y recuerdan el caso de una mujer, una “maga”, dicen, que aun sin hablar ucraniano los ayuda, los hace reír. También vieron payasos que visitan los refugios para llevar sonrisas y mantener la moral entre las personas.

Quienes también visitan los refugios son los sacerdotes. Muchas iglesias están destruidas o es peligroso asistir a ellas, por lo tanto, son los sacerdotes quienes llevan los sacramentos a estos lugares. Semana Santa no fue la excepción.

Sin duda una experiencia que no olvidarán y que nosotros también recordaremos, ya que necesitan de nuestra oración y apoyo. Para conocer más testimonios y del trabajo de la Iglesia en Ucrania entre a www.acn-chile-org.

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